El juego que todos jugamos
Aventurarse en el amor es semejante
a andar sobre una cuerda floja.
Un paso corto tras otro, temeroso o atrevido...
un latido tras otro.
La locura le sirve a uno de barra de equilibrio
y el vacío que te rodea es la incertidumbre, la sorpresa...
la aventura.
Todo tiembla y no hay red que te salve.
Tiembla tu corazón, tiemblan tus manos y tus piernas.
Tiembla el aire y la razón.
Y ahí va uno, paso a paso, lentamente,
flotando al filo de la cordura, aferrándose al más
delgado de los hilos para llegar al otro lado,
ese donde la salvación te espera, para conducirte
al éxtasis de la pasión desbordada... o bien,
para empujarte al abismo de la derrota.
¿Arriesgado? Mucho. Pero al final es sólo un juego,
uno que todos jugamos.
Ese muro donde nos sujetamos para no caer al vacío.
(lo hallé en una servilleta, de una tarde de café y niebla)
a andar sobre una cuerda floja.
Un paso corto tras otro, temeroso o atrevido...
un latido tras otro.
La locura le sirve a uno de barra de equilibrio
y el vacío que te rodea es la incertidumbre, la sorpresa...
la aventura.
Todo tiembla y no hay red que te salve.
Tiembla tu corazón, tiemblan tus manos y tus piernas.
Tiembla el aire y la razón.
Y ahí va uno, paso a paso, lentamente,
flotando al filo de la cordura, aferrándose al más
delgado de los hilos para llegar al otro lado,
ese donde la salvación te espera, para conducirte
al éxtasis de la pasión desbordada... o bien,
para empujarte al abismo de la derrota.
¿Arriesgado? Mucho. Pero al final es sólo un juego,
uno que todos jugamos.
Ese muro donde nos sujetamos para no caer al vacío.
(lo hallé en una servilleta, de una tarde de café y niebla)
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