martes, junio 26

De cuando el paraíso se nos fue de las manos…

Un día, mientras ella y yo caminábamos, nuestras manos se entrelazaron como usualmente solían hacerlo. Era un movimiento espontáneo, hecho por inercia, era como si nuestras manos tuvieran vida propia... primero un vaivén cadencioso, después lentamente se rozaban, se tocaban. Sus dedos buscaban sin prisa el espacio vacío entre los míos (y es que no existía el tiempo… un segundo duraba una eternidad) y de repente, como los engranes de un sistema mecánico ocurría algo maravilloso: su mano y la mía embonaban a la perfección, el calor de ambas se fundía en el tacto, la química de su piel encajaba con la mía impecablemente... mi corazón se aceleraba cada vez que eso sucedía, cada vez que nuestras manos se abrazaban.. sus dedos apretaban el dorso de mi mano mientras mis dedos sentían su vida y la transmitían a todo mi ser…… hasta aquel día... esa tarde que nuestras manos se entrelazaron y mi corazón palpitó como de costumbre… ya no hubo explosión, la química de nuestras manos desapareció. Nuestros dedos eran totales extraños, se volvieron torpes, y el tiempo parecía seguir su ritmo habitual... esa tarde de otoño el frío me rodeo todo el cuerpo y un vacío me invadió de súbito… la mano que sostenía la mía se había convertido de un día a otro en una mano extraña... así fue como sucedió... un día nuestras manos se entrelazaron y la magia se había desvanecido... pobres manos, se quedaron solas, se perdieron en la nada...

Ahora mi mano danza sola al viento mientras camino. Aguarda pacientemente la mano de alguien más... una que encaje nuevamente en el espacio entre mis dedos y que provoque que mi corazón lata apresurado... eso es lo que anhela esta mano solitaria... tocar tu mano, donde quiera que te encuentres y al entrar en comunión, juntos crear magia... para así, volver al paraíso.


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